De todos los mitos que rodean al autismo creo, desde mi humilde opinión, que el más cruel es ese que dice que "no tienen sentimientos", añadiendo que "viven al margen de lo que pasa a su alrededor y no empatizan". Esto además de un mito bien FALSO, es una tremenda MENTIRA y demuestra que las personas con autismo son seres demasiado humanos, en un mundo con exceso de inhumanos capaces de decir estas tremendas barbaridades.
Capaces de convertirles en seres inertes, cuando están rebosantes de vida, en seres insensibles, cuando por sus poros rebosa sentimiento...
El sábado fuimos a comer donde LA ABUELA, así en mayúsculas, otro día haré una entrada explicando ese amor de abuela-nieto-abuela...
Emocionada me contaba que el jueves decidió quedarse a ver la tele, puso la serie "Cuéntame". Salía un chico con autismo y su madre explicaba que NO ERA AUTISTA. Además de mostrar la gran pena que el chico sentía por haber perdido a una persona muy querida para él.
Os dejo el enlace. Esto que os cuento sale en el minuto 36 y en el minuto 72.
No se muy bien a quién debo agradecer este capítulo, si al director, a los guionistas, a los actores,... aunque creo que lo justo sería agradecérselo a todos. Por el respeto con el que se ha plasmado un trastorno demasiado desconocido a pesar de la gran prevalencia (1 de cada 100 nacidos). Por la gran ayuda que supone en la lucha por conseguir que miren a las personas con autismo con respeto, sin hacer juicios de valor, sin ir predispuestos por el desconocimiento y en consecuencia, en muchas ocasiones, el miedo y la desconfianza. Por dar visibilidad a unas personas que, aunque son deslumbrantes, la ignorancia social les hace invisibles. Por todo eso y mucho más que falta por enumerar, desde aquí un enorme GRACIAS!!
Desde que Álvaro nació si algo me ha dejado claro es que "es de piel", con esto me refiero a que los sentimientos le entran por los poros, no le puedes engañar fácilmente, no sirve de nada con él una sonrisa fingida si estás irradiando tristeza. Lo detectará, con ese radar emocional que lleva incorporado.
Recuerdo como nunca he podido cantarle las típicas nanas para dormir, empezaba a hacer pucheros y a caérsele unos lagrimones como puños, de esos que caen en silencio, de esos que provoca la pena... Le dormía cantándole (aunque eso es mucho decir, ejem) una sevillana de Ecos del Rocío: Mi niño chiquitito..... y se quedaba frito y feliz.
Cuando algún niño o alguna niña llora es el primero que mira y deja de hacer lo que esté haciendo para acercarse, si te ve con gesto de enfado va a darte un beso, si te ríes a carcajadas no puede evitar soltar otra bien grande, pero hay dos momentos en los que mi niño amor me ha demostrado que esos inhumanos que no saben lo que dicen se equivocan y me gustaría saber si ellos/as serían capaces de llegar a estos puntos de sensibilidad, empatía y buen corazón... como inhumanos que son estoy segura de que la respuesta sería NO.
Cuando estaba en tratamiento para el cáncer de mama hacía tremendos esfuerzos cada vez que me ponían la quimio para seguir con sus rutinas y estar lo mejor posible, aunque eso significara maquillarme con Titanlux. Podía poner mi mejor sonrisa que no colaba, me miraba directamente a los ojos y su gesto decía "mamá no me engañas, no estás bien". Me tocaba la cabeza, me acariciaba la cara y era bastante difícil despegarle de mi lado.
El momento más duro que pasamos juntos fue la muerte de mi hermano Arturín. Ha sido el único momento en mi vida que no me importaba nada más que hundirme en la pena sin darme cuenta de que arrastraba a Álvaro.
Tengo grabada la imagen de los dos en el sofá del salón, yo en un extremo y él en el otro, los dos con exactamente el mismo estar. Nada ni nadie conseguía apartarlo de mi lado por mucho tiempo, sólo lo estrictamente necesario.
Cuando volvió al cole en septiembre (mi hermano murió en agosto) mi querida Nuria, entonces su profe, no se podía creer cómo estaba Álvaro, siempre ha sido un niño sonriente, alegre, movido... exactamente como soy yo, y exactamente como era yo en esos momentos estaba él.
Darme cuenta de eso, ver la misma pena que veía en mí en la cara de Álvaro me ayudó a intentar superar ese doloroso momento. Él, de igual manera, empezó a ser de nuevo el niño que siempre había sido.
Que no seamos capaces de entender cómo otros manifiestan sus emociones no significa que no las tengan, significa que nosotros tenemos una gran limitación emocional y una inexistente capacidad de ver más allá de nuestro horizonte.