Existe un nudo, que recorre mi
cuerpo... desde mi estómago hasta mi garganta, con paradas incómodas en el pecho.
Este nudo lo provocan diferentes
situaciones que lo aprietan, lo convierten en piedra que me impide comer, respirar e incluso
hablar.
En mi estómago, cuando me encuentro con alguien que no sabe mirarte
porque posiblemente tampoco sepa donde tiene su cara, cuando escucho a borregos
hablar desde su “titulitis” creyéndose dueños de tu destino, cuando alguien
pretende usar tus derechos como felpudo, cuando olvidan tu nombre pero no tu
diagnóstico, cuando veo miradas de
compasión donde tendría que haber miradas de admiración, cuando no saben
valorar cada uno de tus logros porque no estuvieron a tu lado cuando te
esforzabas, cuando tengo que explicar que ante todo eres una PERSONA con todo lo que eso significa… En
todo esto no está la A de autismo, está la I de ignorancia, la P de
prepotencia, la D de discriminación, la E de estigma, la M de miedo, la S de
soberbia, incluso la B de bocazas…
En mi pecho, solo si pienso en
ese “cuando yo no esté”… y tampoco lleva la A de autismo, lleva la I de
injusticia, porque que tu vida sea digna no debería depender de mi existencia…
En mi garganta, tantas veces. Con
cada nueva palabra, cada gesto Menchulino que copias, con cada logro que alcanzas, con cada una de
tus experiencias que llenan tu vida y hacen rebosar mis ojos, con cada beso,
con cada muestra de cariño, con cada saludo efusivo de alguno de tus amigos,
con cada reconocimiento a tu esfuerzo, con cada “te quiero mucho mamá”… y aquí tampoco está la
A de Autismo, está F de fenómeno, la G
de granuja, la T de tesón, la C de Convivencia, la E de empatía, la A de Amor… en este nudo estás TÚ, dejándome sin habla… haciéndome
saber que ni todo un abecedario de nudos en el estómago y el pecho podrán con
la A de Álvaro…
Recuerda siempre:
“porque tú lo mereces todo, yo lo conseguiré para ti… Te
quiero hijo lindo…. Mamá”