Y es que, si malo es que a alguien le consideren incapaz, lo de pensar que no tiene gustos, inquietudes, ganas, ... Es convertirle en un objeto, que se coloca donde ven conveniente, donde, desde la perspectiva y opinión de otro, debe estar. Es, simplemente, robarle lo más grande de una persona, su libertad individual, su poder de elección, su derecho a decidir lo que quiere hacer en su vida.
Yo hoy, como otros tantos días, sonrío, pero no por el autismo.
Sonrío por mi hijo, por su valentía, por su tesón, por su fuerza, por su capacidad envidiable de disfrutar de la vida.
Cuando no tenga que dar gracias al universo, a la suerte o a quién sabe qué, por ser visto, considerado, escuchado y tenido en cuenta como una persona libre y capaz, con sus gustos, intereses, su derecho a la intimidad, a ser respetado tal cual es, sin puntuaciones, items, ni etiquetas. Cuando detrás de cada logro solo esté su esfuerzo personal y no una lucha constante por mi parte para que le den la oportunidad, le pongan los recursos (o me dejen ponerlos), cuando se me deje de encoger el estómago cada vez que pienso qué sería de mi hijo si yo falto mañana... Sonreiré, hasta las lágrimas, porque solo entonces no habrá que poner una fecha, porque todos los días serán, simplemente eso, uno más en la vida que cada uno haya querido escoger, uno más en el que no habrá que recordar a nadie que las personas con diversidad funcional, en este caso autismo, no sólo están en la sociedad, también son parte y arte de ella.
Ojalá pueda sonreir pronto por esto... Hasta entonces, sonrío por y gracias a mi hijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario