Mi príncipe

Mi príncipe
El autismo no me define, no me condiciona y no me limita...que no lo haga tu desconocimiento...

sábado, 19 de octubre de 2013

HERMANOS... A LAS DURAS Y A LAS MADURAS....

Siempre he sabido que el mayor de los regalos que he podido darle a mis hijos es tenerse el uno al otro, ese amor sincero e inmenso que existe entre ellos. Un amor para nada condicionado, simplemente son HERMANOS, con sus ratos de juegos, de enfados, de risas, de llantos, ...

Siempre es inevitable que pregunten cómo acepta Alex que su hermano tenga autismo, y siempre me sale la misma respuesta "Alex no se plantea que su hermano tiene autismo, simplemente ve a Álvaro", otra cosa es cómo ha aprendido a relaccionarse con él, cosa que no creo que tengan que aprender únicamente los hermanos de niños con autismo, mas bien todos tenemos que hacerlo, ¿o quizá alguien puede decirme que no es así? Yo tengo seis hermanos y he tenido que aprender a relaccionarme con cada uno de ellos.
Todos somos diferentes, todos tenemos nuestra manera de ser, de ver el mundo, todos tenemos nuestros puntos fuertes y débiles, y esa ha sido la base en la que me he apoyado siempre para explicarle a Alex la forma particular, personal, propia, de ser Álvaro, cosa que no depende sólo de su diagnóstico.

Desde que Álvaro nació, NADA me ha hecho tan feliz como verlos juntos, compartiendo esos momentos en los que parece que una burbuja les rodea para que nada entre en ese espacio de complicidad.
Recuerdo como si fuera ayer cuando Álvaro únicamente se reía con las "gracietas" que le hacía Alex con la consiguiente cara de orgullo del super hermano mayor. Cuando miro las fotos de Álvaro con esas grandes sonrisas veo a Alex detrás de mí mientras hacía las fotos,  dándolo todo por conseguirlas...

Nunca tendrán unos maestros que les enseñen más que lo que aprenden el uno del otro.
Alex aprende de su hermano que es ser tenaz, cuando le ve esforzarse para conseguir cosas que a él le han venido innatas y  de cada logro disfruta con la alegría más inmensa, aprende a respetar la diferencia, a mirar a las personas por encima de cualquier otra cosa, a ser más compresivo, paciente, aprende como el dice "otro idioma, el de los pictos", aprende a saber dejar sus deseos, sus necesidades, en un segundo plano, y poner las de su hermano en el primero, en esos momentos puntuales en los que mamá tiene que centrar toda su atención en él,  dando así, a sus once años, lecciones a muchos que peinan canas.

Álvaro aprende de su hermano todo lo que cualquier hermano pequeño aprende de su primer maestrillo. Con él mejor que con nadie encajaba las figuritas dentro del cubo, lanzaba los coches, repetía sonidos, imitaba gestos, y estoy segura que cuando llego ese día en el que parecía que Álvaro había olvidado todo, no fue así, porque estaba Alex, un generador de estímulos gigantesco con el que el autismo no contaba. Seguía jugando a la pelota, eso sí, sólo con él, seguía riendo a carcajadas, sólo con él, seguía imitando algún sonido, si era Alex quien lo hacía. Siempre ha tenido un don para llamar su atención, para enseñarle, para llegar a él, para descifrar de donde puede venir su malestar, ... consigue en un rato lo que nadie con el mejor de los métodos conseguiría en días. 

Hermanos para celebrar y para luchar, para levantar copas o pancartas, para gritar "hemos ganado" o "derechos humanos ya!". Para vivir una vida llena de duras y maduras, que juntos afrontarán con valentía y disfrutaran en plenitud.

Sois el sentido de mi existencia... os quiero mis viditas....